Muy cerca de la calle Feria encontramos la calle Arrayán, en la que se sitúa el Palacio de los Marqueses de la Algaba. Tras su hermosa
portada de estilo gótico-mudéjar, se alzó una torre en la que sucedieron
sangrientos, violentos y desagradables incidentes relacionados con la familia de los Guzmanes.
Debido a estos sucesos, la torre fue demolida para sepultar el recuerdo. Otra
de las historias que rodean a este palacio es cuando la epidemia de la peste
de 1649 azotó la zona. Los jardines del palacio se tuvieron que utilizar como un improvisado cementerio.
El miércoles 22 de mayo de 1652 el Palacio de los Marqueses
de la Algaba fue testigo de otro suceso. Ese día el descontento de las capas
sociales de la ciudad fue tomando fuerza, sobre todo el de las capas más humildes, teniendo lugar una manifestación muy airada y conocida como el motín de la calle Feria.
Esto ocurrió por la escasez y el alto precio del pan. Los balcones del palacio
sirvieron de improvisadas palestras donde se expuso el sentir popular, siendo
brutalmente reprimido por las fuerzas militares de la época, dejando un
sangriento reguero de muertos en la plaza y calles circundantes al propio
palacio.
A finales del S. XIX se vivió una época en la que la nobleza
comenzó a ceder parte de ese protagonismo tutelado durante siglos, y comenzó una lenta decadencia que hizo que el palacio se fuera deteriorando y olvidando. Actualmente, este edificio ha sido remodelado por la Junta de Andalucía habilitándolo como la
nueva Delegación de Bienestar Social. Pero con su nuevo aspecto también surge
el despertar de los viejos fantasmas, aquellos que fueron enterrados y que
jamás debieron despertar. Por las noches se pueden escuchar portazos, pisadas y
extraños susurros. Pasos que avanzan en la lejanía hasta hacerse cada vez más
perceptibles. Extrañas bajadas de temperaturas y el movimiento de objetos
cotidianos llenan de temor a los sufridos trabajadores de la noche en el
interior del palacio.
Fuente: “Guía secreta de Sevilla. Casas encantadas y apariciones”, Jordi Fernández Cabrera y José Manuel García Bautista.